Prólogo: Perdida en las sombras
Yo siempre había sido diferente. Lo supe en las caras de preocupación de mis padres al verme salir del huevo. Lo supe por el miedo, la arrogancia y odio con el que me miraban los demás. Lo supe cada vez que me miraba en el arroyo.
Seis años después de nacer, yo andaba por el valle cuando me paró en seco Silena. En solo tres días me había enseñado lo que es el odio. Pero claro, aunque sea insoportable, yo no puedo hacer nada, solo serían más razones para que los demás me odiasen.
¡Jajajajaja! Mira quien está aquí. ¡Si es el bicho raro!
¿He mencionado que la odio?
Déjame en paz, Silena.
¿Yo? ¿Dejarte? Eres tú la que debería dejarnos, la que debería marcharse del valle. ¡Eres una vergüenza para los eevees!
Gruñí y me alejé de ella. No serviría de nada defenderme. A parte de ser más fuerte que yo, era hija del jefe del valle, un espeon bastante malhumorado que me echaría en cuanto la tocase. Y todo por que soy diferente.
¿Ya te vas a llorarle a tus papaítos, rara?
Corrí, pero no hacia mis padres. Me acerqué al bosque y me paré en la primera línea de árboles. Estar allí me relajaba. Solían decirme que es por que mis padres son leafeons, pero yo no creía eso. Era algo... Distinto.
Empecé a pensar en la evolución. Al ser el pokémon evolución, los eevees piensan que es algo sagrado. Pero yo no creía eso.
A) No quería ser un leafeon como mis padres, son demasiado... cobardes.
B) Vaporeon: Esas risas continuas y sus caras permanentemente alegres les hacen parecer unos idiotas.
C) Flareon: Quemar... No es lo mío.
D) Jolteon: ... Me dan miedo...
E) Glaceon: Me miran mal...
F) Espeon: ¿Ser como Silena? ¡Gracias, pero no, gracias!
Aun así... Creía que mis padres me ocultaban algo cuando me hablaron de las evoluciones. Dejé de mirar los árboles y fui al arrollo, después de comprobar que no había ningún vaporeon cerca. Me miré y vi de nuevo la razón por la que me odiaban los demás.
A diferencia de los otros eevees, que eran marrones, mi pelo era de un extraño color plata, que brillaba llegaran o no los rayos del sol.
Por eso me llamo Silver.
Después de oscurecer, pregunté a mis padres si podía ir al bosque.
Está bien, pero no te adentres mucho.
No lo haré, mamá.
Al ver las primeras copas, empecé a olvidarme de todo. El bosque me atraía como un imán, sentía que debía entrar. Como hipnotizada, empecé a alejarme del valle, y cuando quise darme cuenta, me había perdido. Empecé a sentir miedo. Un pokémon raro de una sola pata ululaba en una rama. Cuando me acerqué un búho enorme se me acercó y del susto salí corriendo
¡Maldito noctowl!
Al rato de caminar por el bosque, sentí que algo se acercaba. Cuando me di la vuelta, una banda de poochyenas me había rodeado. Uno me lanzó un ataque arena, y mientras me la intentaba quitar de los ojos, el que parecía ser el jefe usó mordisco. Y lo reconozco, no era muy fuerte. Del golpe caí al suelo casi debilitada.
Cuando ya creía que iba a ser la comida de los poochyena, vi a mi salvador. Medio debilitada, me las apañé para darme cuenta de tres cosas:
1 Era un eevee.
2 Era bastante fuerte, ya que les estaba zurrando de lo lindo a los poochyena.
3 Su pelaje era de un tono plata y brillante.
Entonces me debilité.
Me desperté en mi casa, una pequeña madriguera entre las zarzas. Mis padres me miraban con preocupación.
¡Se despierta!
Me levanté.
Silver, ¿Que te ha pasado? Te encontramos tirada en la entrada de la madriguera.
No me apetecía contestar a nada. A parte de estar muy cansada, estaba segura de algo. Había visto un eevee. Un eevee como yo.
Capítulo I ->